La segunda declinación (I)
La segunda declinación (II)
Conjugaciones latinas
Presente de indicativo
Ejercicios de traducción
Agricolae cervas vulnerant
Asinus puerum portat
Gallinas filiae agricolae curant
Agricola sagitta cervam vulnerat
In Marci stabulum lupus venit et capras necat.
Domina pueros laudat
Dominus cibum et pecuniam servo dat
Deos invocamus et oramus
Lucius in horto est.
Linguam Latinam discimus.
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COLISEO RUEDO MORTAL DE ROMA. CRITERIO C
Tan pronto Aníbal desembarcó en Hispania, se convirtió en el favorito de todo el ejército. Los veteranos creyeron ver nuevamente a Amílcar tal y como era en su juventud; veían su misma expresión determinada, la misma mirada penetrante, todas sus mismas cualidades. Pronto se demostró, sin embargo, que no fue la memoria de su padre lo que más le ayudó a ganarse la adhesión del ejército. Nunca hubo carácter más capaz de tareas tan opuestas como mandar y obedecer; no era fácil distinguir quién le apreciaba más, si el general o el ejército: Siempre que se precisaba valor y resolución, Asdrúbal nunca encomendaba el mando a ningún otro; y no había jefe en quien más confiasen los soldados o bajo cuyo mando se mostrasen más osados. No temía exponerse al peligro y en su presencia se mostraba totalmente dueño de sí. Ningún esfuerzo le fatigaba, ni física ni mentalmente; era indiferente por igual al frío y al calor; comiendo y bebiendo se sometía a las necesidades de la naturaleza y no al apetito; sus horas de sueño no venían determinadas por el día o la noche, siempre que no estaba ocupado en sus deberes dormía y descansaba, pero ese descanso no lo tomaba en mullido colchón o en silencio; a menudo le veían los hombres reposando en el suelo entre los centinelas y vigías, envuelto en su capa militar. Sus ropas no eran en modo alguno mejores que las de sus camaradas; lo que le hacía resaltar eran sus armas y caballos. Fue, de lejos, el mejor tanto de la caballería como de la infantería, el primero en entrar en combate y el último en abandonar el campo de batalla. Pero a estos grandes méritos se oponían grandes vicios: una crueldad inhumana, una perfidia más que púnica, una absoluta falta de respeto por la verdad, ni reverencia, ni temor a los dioses, ni respeto a los juramentos ni sentido de la religión. Tal era su carácter, compuesto de virtudes y vicios. Durante tres años sirvió bajo las órdenes de Asdrúbal, y durante todo ese tiempo jamás perdió oportunidad de adquirir, mediante la práctica o la observación, la experiencia necesaria que requería quien iba a ser un gran conductor de hombres.
[21.5] Desde el día en que fue proclamado jefe supremo, pareció considerar Italia la provincia que se le había asignado y a la guerra con Roma como su obligación.
Tito Livio. Ab urbe condita. Liber XXI
Tito Livio. Ab urbe condita. Liber XXI